2015-12-28


Difícil decisión la del curador el exhibir una obra como ésta en un espacio de alta circulación como la Bienal de Venecia.

Seguramente el artista no incluía un cartel de ‘no tocar’.  Sobre todo porque el cartel se vuelve más visible que los elementos de la instalación en sí.

Hasta donde mi educación llega, los exhibidores de postales son para ver las postales (eso incluye girarlos, tomar una o varias de ellas, y dejarlas donde están si no pensamos comprarlas).

Evidentemente, el miedo de los organizadores no es que se lleven las postales: si así fuera, hubieran puesto ‘no llevar / don’t take away’.  Hubiera sido igualmente distractor, pero hubiera dejado al exhibidor cumplir su cometido.

El miedo es que las desarreglen o las ensucien.  Un miedo ridículo, sobre todo porque hay empleados de sobra que pueden volver a acomodarlas o reemplazar las manoseadas y, como todas son iguales, barajándolas un poco se disimulan.

No sé qué intentaba decir el artista con esta obra, pero seguro no era nada de todo esto.

En el arte contemporáneo, las instalaciones de interacción sugerida no se llevan con la museografía del menor esfuerzo.

Pabellón Español, Bienal de Arte de Venecia, 2015 

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